Directo de mi clase de periodismo a tu monitor, una cronica de un fin de semana que hice hace unos meses como encargo del jefe de editores de El Siglo de Torreón.
Viernes, un día que tiene la capacidad de ansiarlo totalmente con solo llevar esa palabra a la cabeza, para descargar el estrés o simplemente para empezar una maratónica borrachera que haga olvidarte de tus complejos y preocupaciones.
Con esa idea despertó Carlos a las siete y veinte de la mañana del mencionado día, mas obligado por lo repentino de la música de Paranormal Attack que puso como tono al despertador de su teléfono, que convencido de que quería ir a clases. Se levantó de la cama, tomó un par de toallas y se dio un baño para despertar totalmente, al salir prendió la televisión y mientras se vestía sintonizó un canal local, solo por el morbo de ver si mientras el dormía en alguna parte de la cuidad hubo algún enfrentamiento entre sicarios o un accidente de automóvil trágico; pero nada, extrañamente para esos días la región estaba algo tranquila. Entonces se dio cuenta de que eran las siete cincuenta, y cuando estudias en la Ibero Torreón y vives en una colonia de Gómez Palacio casi colindante con el Beverly Hills lagunero (Lerdo), eso ya es estar algo retrasado.
A las ocho con veinte ya estaba listo, tomó las llaves de su coche, un Volkswagen Pointer nada ostentoso y que nunca provocaría miradas con envidia de la gente, pero al que Carlos honraba por ser –según decía – su compañero inseparable, y aseguraba que jamás lo vendería. Condujo por la colonia del centro y tomó después un boulevard que a pesar de que recorría casi a diario no tenía idea cual era su nombre, giró a la izquierda en Rebollo Acosta para así salir a Periférico, -donde a esa hora de la mañana parece que todos los camioneros, taxistas y agentes de vialidad están en tu contra haciendo todo lo posible para retrasarte-, entonces al fin de su recorrido llegó a la universidad cuando su reloj marcaba las ocho cincuenta y cinco, encendió un cigarro y después de terminarlo entró a clase.
Así pasó la mañana, casi a la una de la tarde salió algo dormido por la monotonía del discurso de su maestra de problemas contemporáneos que duró una hora con cuarenta, para entonces su amiga foránea del semestre anterior ya lo esperaba sentada bajo la sombra de un árbol en los jardines del campus, sonrieron y se fueron platicando hacia el auto como lo habían hecho cada que coincidían. Después de dejarla fue a la casa de sus tíos, quienes vivían cerca, con ellos comió mientras platicaban del nuevo presidente norteamericano Barack Obama, y al terminar regresó a clases. Trabajando en la computadora increíblemente estresado y con un calor infernal en el aula que daba una sensación térmica de cuarenta grados, terminó y por fin salió.
Inmediatamente casi como reflejo tomó el teléfono y empezó a hacer llamadas preguntando el plan para esa noche, dándose cuenta de que irían a celebrar el cumpleaños del día anterior de David, al que había olvidado felicitar. Después llegó a su casa, se puso nuevamente enfrente de una maquina pero ahora por interés propio y luego de un rato tomó un baño para salir. Fue a casa de José, su gran amigo desde el primero grado de secundaria, al que todos llamaban por su segundo apellido, poco común.
Se fueron los tres a un antro, en la fila, como hecho a propósito, cada uno se encontró a un enemigo, una ex novia, o la persona que menos deseaba ver. Esa noche a pesar de que la bebida no era para nada barata –cosa que al principio realmente les molestó - se embriagaron y divirtieron como nunca, incluso por si solas llegaron a su mesa mujeres que jamás en su vida habían visto, pero con las que la pasaron increíble, e incluso después siguieron frecuentando. Carlos y sus amigos no podían más a las cuatro de la mañana, no supieron exactamente quién de los tres condujo de regreso, y así Carlos se fue a dormir aturdido por la música pero con ganas de seguirla escuchando, solo pensando en que al día siguiente lo tenía que repetir.
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