¿Una historia casi a diario? por el bien de este blog y con el permiso del Buen Carlos, vamos a intentarlo.
Martes gris, llovía a cantaros en la Ciudad Jardín, en el centro de la misma enrarecido por los vapores de comida callejera y humo de autobuses que le daban una esencia urbana de la que siempre ha carecido. Acompañado de un par de amigos estacioné mi auto a las afueras de un hotel barato, y después de comprar unos cigarrillos para acompañar los tragos, cruzamos la calle para entrar a un bar (vaya, me siento en una canción bohemia).
"Club Ciudad Jardin", días antes habíamos ido y nos sorprendió lo barato de las bebidas, por lo que decidimos seguirlo frecuentando. Llegamos y a diferencia de la ocasión anterior esta vez estaba casi lleno, -deduje que se debía a que era la hora de salida en muchos trabajos- nos sentamos y esperamos a que nos atendieran. Segundo detalle diferente a mi última visita, la orden la tomó una mujer, quizá de unos 20 años, no era delgada, pero tampoco muy obesa, cabello negro y vestía del mismo color, no se veía muy sociable y al llegar a nuestra mesa no dijo nada, pedimos tres cervezas, anotó y se fue. Supongo que cualquier mujer siente algo de miedo o por lo menos inseguridad al trabajar en un lugar así, pero ella no reflejaba eso, al parecer solo era de pocas palabras. No habló ni con el cantinero cuando recogió nuestro pedido.
Durante las amenas platicas que tuve con mis acompañantes -tranquilas, y de temas nada profundos, pero amenas- me notaron un tanto distraído, y aunque lo negué rotundamente era cierto. No porque aquella joven me gustara, para empezar no me gustan las mujeres que son más grandes que yo, no era para nada mi tipo, más bien me atrajo su misticismo.
Una mujer, que por sí solas me resultan fascinantes, tanto que las considero un regalo no merecido de Dios a los hombres, cuando solo observa y no dicen absolutamente nada, es por completo cautivador e indescriptible. Esto es realmente difícil de escribir porque ni siquiera sé el nombre de esa emoción, que para nada es atracción sexual, mucho menos amor; simplemente como 'admiración', si se puede llamar así. Después de hacer el amor a la mañana siguiente solo me beso en la frente y se fue sin decir su nombre.
¿Pensaron que así acabaría? no es cierto, en realidad el peso de mis complejos nunca me dejaría preguntarle a una mujer su nombre, mucho menos seducirla para llevarla a la cama, y las veces que me ha pasado se lo atribuyo a la suerte, aunque tampoco creo demasiado en ella. Lo cierto es que ya con unas cuatro cervezas, y mientras ella fumaba un Marlboro en las escalinata sentada en una ventana, intercambiamos algunas miradas, nada románticas, solo para darnos cuenta de que ahí estábamos.
Dejamos el dinero sobre la mesa y nos fuimos. Ella no era compañía para mi, en realidad no se qué dama lo sea, sin embargo no pierdo la esperanza y sigo buscándola.
Es probable que vaya de nuevo a ese bar por unos tragos en otra ocasión, o tal vez sea en otro lugar, voy a seguir buscándote, aunque no sé cómo te llamas ni cómo eres, quizá así, en tu búsqueda, encuentre también un personaje o una fascinante historia, que me inspire para escribir junto a ti, al ritmo de tus caderas.
Al Ritmo De Tus Caderas by Al Ritmo De Tus Caderas is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 México License.
Martes gris, llovía a cantaros en la Ciudad Jardín, en el centro de la misma enrarecido por los vapores de comida callejera y humo de autobuses que le daban una esencia urbana de la que siempre ha carecido. Acompañado de un par de amigos estacioné mi auto a las afueras de un hotel barato, y después de comprar unos cigarrillos para acompañar los tragos, cruzamos la calle para entrar a un bar (vaya, me siento en una canción bohemia).
"Club Ciudad Jardin", días antes habíamos ido y nos sorprendió lo barato de las bebidas, por lo que decidimos seguirlo frecuentando. Llegamos y a diferencia de la ocasión anterior esta vez estaba casi lleno, -deduje que se debía a que era la hora de salida en muchos trabajos- nos sentamos y esperamos a que nos atendieran. Segundo detalle diferente a mi última visita, la orden la tomó una mujer, quizá de unos 20 años, no era delgada, pero tampoco muy obesa, cabello negro y vestía del mismo color, no se veía muy sociable y al llegar a nuestra mesa no dijo nada, pedimos tres cervezas, anotó y se fue. Supongo que cualquier mujer siente algo de miedo o por lo menos inseguridad al trabajar en un lugar así, pero ella no reflejaba eso, al parecer solo era de pocas palabras. No habló ni con el cantinero cuando recogió nuestro pedido.
Durante las amenas platicas que tuve con mis acompañantes -tranquilas, y de temas nada profundos, pero amenas- me notaron un tanto distraído, y aunque lo negué rotundamente era cierto. No porque aquella joven me gustara, para empezar no me gustan las mujeres que son más grandes que yo, no era para nada mi tipo, más bien me atrajo su misticismo.
Una mujer, que por sí solas me resultan fascinantes, tanto que las considero un regalo no merecido de Dios a los hombres, cuando solo observa y no dicen absolutamente nada, es por completo cautivador e indescriptible. Esto es realmente difícil de escribir porque ni siquiera sé el nombre de esa emoción, que para nada es atracción sexual, mucho menos amor; simplemente como 'admiración', si se puede llamar así. Después de hacer el amor a la mañana siguiente solo me beso en la frente y se fue sin decir su nombre.
¿Pensaron que así acabaría? no es cierto, en realidad el peso de mis complejos nunca me dejaría preguntarle a una mujer su nombre, mucho menos seducirla para llevarla a la cama, y las veces que me ha pasado se lo atribuyo a la suerte, aunque tampoco creo demasiado en ella. Lo cierto es que ya con unas cuatro cervezas, y mientras ella fumaba un Marlboro en las escalinata sentada en una ventana, intercambiamos algunas miradas, nada románticas, solo para darnos cuenta de que ahí estábamos.
Dejamos el dinero sobre la mesa y nos fuimos. Ella no era compañía para mi, en realidad no se qué dama lo sea, sin embargo no pierdo la esperanza y sigo buscándola.
Es probable que vaya de nuevo a ese bar por unos tragos en otra ocasión, o tal vez sea en otro lugar, voy a seguir buscándote, aunque no sé cómo te llamas ni cómo eres, quizá así, en tu búsqueda, encuentre también un personaje o una fascinante historia, que me inspire para escribir junto a ti, al ritmo de tus caderas.
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3 comentarios:
k barbaridad jaja me gusto bastante el final estimado fuentes xD
Aplausos, señor.
Una historia excelente.
ME ENCANTOOOOOOOOO
:D
me deslumbraste
jajajaja
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